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domingo, 18 de noviembre de 2012

let's go.


No estoy enamorada, ni siquiera busco a “mi chico perfecto”. No tengo ninguna intención de tener una relación seria, ya que nadie me puede asegurar que pueda salir de ella sin ningún problema. Si quiero un capricho, es porque me sobran muchos otros. Si te miro a los ojos solo es por educación. Si necesito un hombro en el que llorar, tengo dos, por lo que me sobra uno. Si quiero cariño, mis amigos me lo dan sin necesidad de que me coman la boca, y para pelearme y tener discusiones, ya tengo a mis padres. Para sufrir y llorar me compro una película romántica, que dura 2 horas. Si necesito calor, me compro una manta bien calentita que seguro que dura más que tú a mi lado. Si quiero rallarme ya tengo las matemáticas, la física y la química. Si me quiero sentir en las nubes me subo a un avión. Si necesito que me escuchen, hablo yo sola. Si es ley de vida enamorarse, yo mando a tomar viento las leyes, las leyes están hechas para desafiarlas. Todo lo que puedes darme me lo da la vida en versión mejorada.
No me cunde, puedes irte.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Cansada de la rutina


Llega un día, en el que, simplemente, te cansas. Te cansas de la rutina, de perseguir imposibles, de esperar, de que no te tomen en serio. Te cansas de todo y a la vez de nada. Te vez sumergida en una especie de tormenta que parece que no va a tener fin nunca, pero, de repente, un día, esa tormenta pasa a ser una simple llovizna, y después, desaparece. Entonces, y solo entonces, te atreves a desafiar al mundo con tu sonrisa.

domingo, 11 de noviembre de 2012

tormentas de arena.


A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando olvidarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo, y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso, poco a poco. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí solo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta.
Y tú en verdad la atravesarás, claro está. La violenta tormenta de arena. La tormenta de arena metafísica y simbólica. Pero por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará cruelmente la carne como si de mil cuchillos se tratase.
Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.