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domingo, 3 de junio de 2012

somos imperfectamente perfectos.



Él ya sabía que yo era una chica con los labios besados, que era demasiado loca y divertida para él, que me podía derrumbar de un momento a otro pero que en menos de una décima de segundo me daba ese puto de felicidad que me cambiaba el día. Sabía que no le tenía miedo a la vida porque había aprendido a reírme de ella. Sabía que tenía miedo a las alturas porque más de una vez había estado a tres metros sobre el cielo y había acabado por estrellarme contra el suelo, sabía que mis sueños se habían roto mil veces y yo había dedicado las noches frescas de verano a unir los pedazos. Que nada ni nadie consiguieron nunca borrarme esa sonrisa jodidamente perfecta de la cara. Sabía que mi mundo empezaba en las nubes y acababa en las estrellas. Sabía que era todo lo contrario a él, que yo era como las locuras de los sábados noche y él como las frías tardes de domingo, que yo ni si quiera me preocupaba de mi presente y él vivía planeando su futuro y recordando su pasado, él era el sur y yo hacía mucho que había perdido el norte, y aunque lo sabía, allí estaba él, mirándome como un idiota,
enamorado de mí hasta las trancas.

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